Pero el caso comienza en 1954, cuando un granjero de Plainfield entró en la taberna de los Hogan, topándose con la gran sorpresa de que el suelo de madera estaba encharcado de algo que parecía ser sangre. Mary Hogan, la propietaria, había desaparecido.
Cuando el sheriff llegó al lugar, comenzaron los interrogantes. Para empezar, la caja registradora estaba llena, por lo que no se trataba de un robo. Además, no había señales de lucha como podrían indicar vasos rotos, o taburetes por el suelo. Cuando unos días más tarde, Ed Gein se acerca al aserradero, el propietario de este le comenta a Gein que habían raptado a Mary Hogan, y que estaba desaparecida, este respondió: No está desaparecida. La tengo en mi granja.
Ed Gein, el vecino del que nadie sospecharía, entró por la puerta y pidió un anticongelante. Bernice lo apuntó en el libro de contabilidad, se introdujo en el almacén para buscar dicho material, cuando salió solo fue consciente de una cosa. Ed Gein la apuntaba con su viejo rifle de caza. Y sin tener tiempo para gritar o pedir auxilio, la bala salió del cañón y quedó incrustada en la cabeza de Bernice Worden.
Ed Gein se metió en el mostrador, cargó con el cuerpo de la propietaria y lo metió rápidamente en su furgoneta, tratando de no ser vista por ningún testigo. Entonces se marchó del lugar. Pero su astucia de lobo quedó nublada por el error que cometió. En el libro de contabilidad quedaba constancia de que él había sido el último cliente. El auténtico terror comienza entonces para los dos oficiales de policía que realizan un registro en la casa del asesino, mientras otros dos se encargan de arrestarlo y llevárselo del lugar.
Los dos agentes salieron del lugar con rapidez, para no vomitar en el escenario de un crimen. Y tras recuperarse del shock, pidieron ayuda por radio. Cuando llegó el resto de patrullas, se descubrió que solo aquel sería habitable para una persona enferma. Basura, excrementos, revistas pornográficas y de anatomía, o tazas con chicles pegados en ellas eran parte del macabro escenario. Pero aquello no era nada comparado con lo que verían después.
Auténticos cráneos yacían en la cocina, partidos por la mitad para ser utilizados como cuencos. Una de las sillas del lugar estaba forrada con piel humana. Pero las lámparas, los mangos de los cuchillos o incluso un chaleco eran también del mismo material? Piel humana. En la habitación de Gein se descubrió la cabeza de Bernice Worden, rodeada de máscaras hechas también con piel, y con pelo auténtico.
La única habitación de la cara que no parecía decorada dentro de aquel museo de los horrores, era la habitación de su madre, que según aseguró Gein posteriormente, quedó intacta tras su muerte debido a que pudo comunicarse con ella después de muerta durante un año.
En uno de los juicios de 1968, Gein solo reconoció dos asesinatos. El resto de material que había utilizado para su particular museo, procedía de cadáveres que él mismo había desenterrado del cementerio. Nueve cadáveres fueron utilizados para la decoración del lugar.
Aseguró además que aspiraba a realizarse un cambio de sexo, quería convertirse en mujer, fascinado por este tipo de operaciones. Finalmente, es internado en un psiquiátrico, como trastornado mental debido probablemente a las fuertes palizas y a la educación de su madre. Confesó además que aspiraba a abrir su casa como museo de los horrores.
Fallece el 28 de julio de 1984 por una insuficiencia respiratoria, y como paciente modelo. Sus restos descansan en el cementerio de Plainfield, al lado de los restos de su madre.